ERA EL
Discúlpeme señor si a estas alturas no pueda recordarme de su nombre. Quien sabe si usted sea ese hombre que me obliga a vivir en la locura.
Discúlpeme por Dios, pues mi cordura se perdió para siempre con su adiós. Y hoy usted me ofrece con su amor poner fin a mis males con su ayuda.
Discúlpeme de nuevo, y aunque es grato su porte, su sonrisa, su buen trato, prefiero vivir en esta amnesia,
que me tiene al margen de dolores de penas de conflictos sinsabores, que de nuevo revivo en su presencia.
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